viernes, 29 de enero de 2010

Cuentasueños

En la lógica inconsciencia de mis sueños “un sueño soñaba anoche, soñito del alma mía, soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía”. Mis amores me besaban, con pasión y sin ella, con lujuria, con cariño. Me abrazaban. De repente, se escondían, y con una risa pícara correteaban y de nuevo se ocultaban. Los alcanzaba, y de nuevo me besaban, para volver a jugar al gato y al ratón, perdiéndose entre la gente, refugiándose tras grandes columnas circulares.

Entonces te alcanzaba.

De pronto, con la sensatez de un sueño, alguien abría la puerta de la habitación en la que no me dejabas separarme de ti. Y salíamos corriendo, azorados, agarrados de la mano, esquivando gente gris que no sabía a dónde ir. Ni nosotros lo sabíamos. Corríamos, escapábamos. Ahora éramos los dos los que nos escondíamos del resto. Me volvías a besar, y abriendo los ojos vi que era el sueño el que con un beso me despertaba y me citaba de nuevo para otra noche mientras me susurraba al oído, “bienvenido, ya puedes volver a soñar”.

jueves, 28 de enero de 2010

Con lo puesto rumbo a Haiti . y final... y la vuelta a México...

Y al despertar la luz que invade sin pedir permiso la habitación sin conseguir que los neoyorquinos sueños lorquianos se desvanezcan, porque no han venido, pero yo los había citado, aunque igual se quedaron ahí, en un rincón de la inconsciencia...

Y dos vuelos por delante, por comprar el billete deprisa y corriendo y no fijarme. Y las calles de Manhattan bajo mis pies royendo las suelas de mis zapatos cuando un gordo vende salchichas, y en la esquina un inmigrante centroamericano luce las siglas NYC por toda su ropa mientras observa la construcción de un edificio. Y un taxista, que no deja de preguntar si soy del Madrid o del Barsa sin ser capaz de entender que no tengo humor para inventarme algo sobre lo que no sé. Y los guapos más guapos con las guapas más guapas. Y un negro que mira el culo de dos blancas. Y una blanca que piensa en lo de dos negros. Y yo, que lejos de tener pensamiendos libidinosos, observo las caras de la gente.

Y un libro de Kerouac en un puesto callejero que me recuerda que tengo pendiente terminar la lectura de "On the Road", y que mi tio Javi me va a matar cuando se entere.

Y un par de pantallas obscenamente gigantes pidiendo dinero para Haití. Y el recuerdo. Y el dolor. Y la pobreza. Y el hambre. Y la desolación. Y el carácter que poco a poco se contagia de los males anímicos y anónimos. Y una lágrima que no sale, retenida, que te acerca al sentimiento ajeno y que no se quiere ir, no quiere correr por miedo a que ese sentimiento sea olvidado.

Y la debilidad humana. Y el miedo. Y el compañerismo con la valentía que te brinda. Y un abrazo. Y una sonrisa. Y las mutuas palabras de ánimo. Y uno que aparece con la mirada perdida y desaliñado, y sus posesiones en una bolsa de plástico. Y le dices "pareces un indigente de la Plaza de Colón", mientras piensas que la cobertura le ha pillado verde. Como a tí, como a todos. Como a aquel, que con años de experiencia en esos fregados, derramaba unas lágrimas sobre el visor de su cámara al llegar a Puerto Príncipe.

Y el ahogo del desahogo con su indiferencia delante.

Y un mensajero en bici que adelanta a un taxi amarillo. Y la mochila que pesa, de todo lo que me llevo y lo poco que me he dejado atrás. Y ese libro imaginario de lecciones. Y las causas perdidas, extraviadas en el desinterés de la gente.

Y un "café Latte, please" que hoy no me apetece hacer fotos.

Y la locura del último momento. Y los viajes improvisados. Y una decepcionante alegría... Y la vida. ¡Viva la Vida!... muera la muerte, y que lo muerto quede así, y que no resucite al tercer día.

Y el momento, decisivo o no, porque sólo el momento es la certeza de estar vivo.

Y la leyenda del chiste de Forges "Pero no te olvides de Haití"

Bye bye NY

miércoles, 27 de enero de 2010

Paseando por NY




martes, 26 de enero de 2010

Huellas en Central Park

lunes, 25 de enero de 2010

Haití

martes, 5 de enero de 2010

Adiós Tomás

Se fue Tomás. Así dicho, rápido y sin más datos provocarán en el lector la duda de quién era Tomás. Tomás cabalga dando la espalda a la cámara junto a su perro "Mao" en una nota escrita hace meses en este blog.
Hoy leía un correo de Silvia que me escribía para contármelo, "se murió Tomás, ya estaba muy malito". Coincidía que ayer repasaba parte del trabajo realizado aquel día. Siempre le recordaré como aquel guía que me introdujo de su mano en los montes de Sabucedo, que generosamente me prestó una montura, que me ayudó, y que me llevó con él como discípulo a conducir manadas de caballos.
Él contaba que había tenido una vida plena, la noche antes de cabalgar hacia el monte, apenas nos habíamos conocido, se sentó a mi lado y en un momento de la cena me confesó que se estaba muriendo, que le quedaban 3 meses de vida. Aguantó más, como el día siguiente aguantó hasta la extenuación.
Dejó su legado entre sus discípulos, su amor por los caballos... El próximo julio cuando el primer sábado de mes los caballistas suban a por las manadas a los montes de Sabucedo un maestro será echado en falta.

lunes, 4 de enero de 2010

El hombre desorientado que buscaba a su "jefa"