No sé porqué me acabo de acordar de aquella canción de Sabina "Yo me bajo en Atocha". Acababa de pedir un helado en un Burger King para aprovechar la conexión a internet y leer las noticias antes de volver al hotel cuando, mientras encendía el ordenador, su letra comenzó a sonar en mi cabeza.
Aún recuerdo la primera vez que me bajé en Atocha. No había cumplido los 18. Estudiaba en la Universidad de Segovia, y me iba a ver a la primera chica con la que tendría algo serio, pero aún no lo sabía, de hecho apenas la conocía. Pasó el tiempo y cumplí los 19 en Madrid, a donde me había trasladado al finalizar el primer curso. Meses después la relación se rompía.
Pasaron los años. Poco a poco me iba haciendo más a la ciudad. En ocasiones acogedora, otras veces dura como sólo ella sabía serlo; bueno, ya decía Joaquín "a mitad de camino entre el infierno y el cielo". Me fui asentando, o crei ir haciéndolo. Corrí, tan rápido como pude, hasta que los acontecimientos superaron mi velocidad y hubo que parar. Otra decepción. Otro fracaso. O quizás sólo un aviso, una lección. Frena, no corras, y busca tu camino. No lo fuerces.
"He llorado en Venecia,
me he perdido en Manhattan,
he crecido en La Habana, he sido un paria en París,
México me atormenta, Buenos Aires me mata,
pero siempre hay un tren
que desemboca en Madrid."
1 comentario:
Madrid siempre está ahí, en el centro y esperando, esperándonos.
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