Marcaba el reloj las dos de la madrugada cuando Tomás se metía en su saco en el campamento improvisado bajo la carpa. Eran poco más de las seis cuando las campanas de la iglesia de la localidad gallega de Sabucedo llamaban a misa. Entre tanto, uno de sus caballos, que permanecía separado de la manada, arrastraba el generador al que había sido atado. Mientras, otro tenía que ser sacado del corral por haberse peleado con sus compañeros. Los nervios se habían apoderado esa noche de jinetes y caballos. Para alguno de los caballistas que subirían con Tomás al monte era su primera experiencia, él afrontaba esa noche con el convencimiento de que sería su última vez.
Pasaban las ocho cuando los jinetes comenzaban a ensillar los caballos. La primera subida sería hasta el “prado del medio”, donde eran conducidas las diferentes manadas que viven en libertad durante todo el año en las cercanías de Sabucedo. Desde allí, la mañana sería una sucesión de idas y venidas para buscar, reunir y conducir a los caballos dispersos por el monte.
Los ojos se dirigían al monte donde una niebla cubría las laderas y las nubes del cielo hacían dudar que durante el día fuera a brillar el sol. Los verdes prados y los árboles flanqueaban la carretera que llevaba al camino de subida, donde los tojos cubiertos por el rocío de la mañana comenzaban a apoderarse del paisaje.
Apenas llegando, la primera manada. Nervios. Los jinetes inexpertos trataban de acertar con sus movimientos pero los caballos se resistían a perder su libertad y se escapaban. Varios caballistas se lanzaron a recuperar el grupo, entre ellos Tomás. Cualquiera diría que la noche anterior durante la cena confesaba al último en sumarse a su grupo que esa era la última vez que participaba. En su interior un cáncer le está consumiendo en vida.
Tras un pequeño descanso en el “prado del medio”. El grupo se reunía. Tomás ya había ayudado bajando varias manadas. Su grupo le acompañaba de nuevo. Partían a buscar a los últimos caballos. El cansancio iba haciendo mella en todos. El sol del mediodía calentaba una mañana fresca que había amanecido con niebla. Guiando a las “bestas”, Tomás daba indicaciones con la seguridad del que ha cabalgado por estos montes durante toda su vida “Cierra el paso ahí, junto a los pinos, pero cuidado con la zona embarrada”. Una nueva manada llegaba a su destino intermedio, a reunirse con el resto de caballos. El paso previo a bajarlos al pueblo de Sabucedo.
Comenzaba otra subida. Todos juntos iban a buscar otro grupo de animales. Parecían los más lejanos. A medio camino una voz. “Mirad al horizonte, ¿veis aquello? Es la ría de Villagarcía”. Diferentes tonalidades de verde se iban perdiendo a lo lejos mientras los ojos se adaptaban a la distancia para distinguir el paisaje. Los caballos, al paso, caminaban cansados tras las galopadas de la mañana por los caminos sorteando las piedras sueltas. Un último esfuerzo.
De repente, hombres y mujeres contenían en lo alto de una loma a la última manada. Tomás se abría paso por delante del grupo acompañado por el más inexperto de sus discípulos “¡tú, acompáñame!”. El resto de jinetes los rodeaban para que ningún caballo se escapase mientras se abrían paso entre los matorrales que crecían en algunos casos hasta las rodillas de los jinetes, arañando sus piernas y los lomos de los caballos que saltaban algunos de los tojos para librarse de sus pinchos. Para un hombre que sigue un tratamiento de quimioterapia que le provoca una sensibilidad tal que hasta el agua de la ducha le duele, aquello tenía que ser un infierno, pero Tomás no perdía la concentración ni las ganas. Lo primero era reunir a todos los animales.
Los jinetes que recorrían las laderas buscando a los últimos caballos se iban sumando a la escolta. Los vecinos y los curiosos que habían subido caminando se apartaban abriendo paso. Los animales seguían la ruta marcada por su propietario que caminando iba dirigiendo. Según se acercaba el punto de reunión la tensión aumentaba. A unos doscientos metros, la cabalgada final. La manada entraba rápido en el corral improvisado. Tomás con gesto de satisfacción buscaba de nuevo la atención de su más reciente discípulo. Una sonrisa y el pulgar derecho en alto. Buen trabajo.
La bajada fue la parte más dura. El cansancio acumulado hizo mella en Tomás que a ratos cabalgaba, a ratos caminaba. La adrenalina se había quedado en la parte alta y la debilidad del enfermo comenzaba a ser patente por primera vez en el día. La mañana había sido extenuante, que se había sumado a una noche larga y ajetreada. Su inseparable perro “Mao” escoltaba su caminar. Sus manos, destrozadas por el tratamiento dejaban escapar alguna gota de sangre.
Ya en Sabucedo un último esfuerzo para desensillar y recoger a sus caballos tras darles de beber, habían trabajado muy duro. Después, una frase en sus labios “dejadme unos minutos, necesito descansar”.
4 comentarios:
¡Tremenda historia! ¡Qué bien narrada!
Edu
1:15 a.m. La Espina, León. Acaban de marcharse de casa Carol y Mario (el cosechero.., you know). Una fuente llena de huevos fritos auténticos, de gallinas de corral (sin piensos ni porquerías), otra de patatas fritas, una ensalada con cosas de mi huerto, cerveza, clarete de Valdevimbre, Calamaro y Andy Chando de fondo,..., ¡qué buen rollo! Tú ya lo conoces. Luego pacharán, chupitos caseros, risas, charlar y charlar y charlar,... ¿Y sabes qué? Te eché de menos. ¡Cuánto me hubiera gustado que esta agostera noche de julio, así de tonta, de un jueves tonto entre semana, hubieras estado con nosotros,... charlando, comiendo, bebiendo, riendo, disfrutando de gente especial y diferente.
¿Nos reservas una cita, en nuestra casa, para cenar y contarnos tus cosas cuando vuelvas? Será un privilegio, pero sobretodo, ¡una gozada!
Suerte, cabrón. Te esperamos con las almas abiertas.
Edu
Hola Andres!
Soy Marcos, me has emocionado contando ese día, espero volver a verte el año que viene... ¡Te guardaremos a tu caballo Pipi ! :)
Hola Andrés!!!
TODOS los que ese día fuimos tus compañeros leímos tu escrito y te aseguro que las reacciones fueron muy muy emotivas, y no es para menos, el protagonista de tu historia es más que un compañero o un amigo para todos nosotros, y la situación hace que estemos todos cada día que pasa un poco más sensibles de lo normal, y tu relato es impresionante. Muchas gracias de parte de todos nosotros y esperamos tu visita. Eso si, el próximo año nos vamos a misa a las 6 de la mañana!!!! EVA
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