martes, 5 de mayo de 2009

Wendy corretea por la casa, se para y observa la vida de sus habitantes. Pregunta qué haces mientras con su mirada trata de adivinar la respuesta. Mientras Susana, su madre, continua con su trabajo. "Wendy, ven aquí". Hoy tampoco ha habido clase, pero alguien tiene que cuidar de los niños, y en este caso a Susana le toca llevarse a su hija a su lugar de trabajo. Ella es asistenta.
Puede ser que en otra parte de la ciudad, o quizás a una o dos manzanas, un padre juegue con sus hijos mientras se pregunte en qué momento volverá la normalidad a México y podrá volver a trabajar. Es camarero, o aparcacoches, pero todos los restaurantes están cerrados, "sólo para llevar" reza en la entrada de los locales. Su sueldo se basaría principalmente en las propinas que le dejan los clientes. Pero no los hay.
Como medida extraordinaria, y extrema, se decretó hace días un toque de queda oficioso y se pidió a los ciudadanos que no salieran de sus casas, todo para evitar que creciese el número de afectados. Pero muchos de aquellos que no se han visto afectados por la "Influenza" están padeciendo la pérdida de parte de sus ingresos, o la totalidad. El país ha estado casi paralizado.
Si a esto unimos el alto número de cancelaciones en los viajes vacacionales que se esperaban para el próximo verano, el resultado es que la economía mexicana se verá muy afectada. Hasta que el prejuicio hacia el mexicano supuestamente afectado por una gripe porcina no desaparezca, no volverá la normalidad a éste país.
Pero las consecuencias pueden ir mucho más allá que la pérdida de turistas y una serie de clichés que romper. Si la economía se llega a ver afectada en un país tan polarizado como éste, los más afectados serán, como siempre, aquellos de estratos sociales más bajos. Por ello ya hay quien teme que aumente la inseguridad. Puede que sea ir muy lejos con ideas semejantes, pero lo cierto es que la paralización de las actividades durante tanto tiempo no va a traer buenos resultados para la economía del país azteca.
Por lo pronto, Wendy volverá el miércoles, correteará por casa mirará como el chico del acento raro consulta su ordenador y preguntará ¿qué haces?.

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