jueves, 30 de abril de 2009

Ya ha caido la noche sobre México. Un avión cruza el cielo sobre la avenida de Insurgentes, llevando dentro más gente de la que se alcanza a ver por la calle. Pocos coches, menos peatones, y algunos viajeros en el Metrobus. Lo que debiera ser uno de los más bulliciosos momentos del día se convierte en un paseo acompañado por la soledad de las calles. Al menos se ve gente. Pero apenas el reloj marca las 9 de la noche.
Las zonas residenciales permanecen vacías, silenciosas, oscuras. Algunos coches aparcados a las puertas de las casas, por la mañana permanecerán ahi, porque cada día menos gente está yendo a trabajar. La ciudad se vacía por dentro, pero llena sus casas. Los que han podido han adelantado su puente. Los que no, se conforman con la televisión.
En la radio periódicamente se recuerdan las medidas higiénicas a seguir para evitar contagios. Las mínimas. Las de siempre. Las que una madre obligaba a cumplir a su hijo pequeño. Y un rumor en el ambiente de toque de queda, casi informal, una recomendación del presidente Calderón pidiendo a los habitantes que no salgan de sus casas en los próximos 5 días. ¡A dónde vamos a ir si está todo cerrado!

miércoles, 29 de abril de 2009



En la ciudad sin horizonte cuando cae la tarde y miras hacia el Este los edificios se pierden entre una nube de contaminación, un manto grisáceo que cubre las montañas que rodean la ciudad y hace que la línea que separa el cielo de la tierra se desvanezca.
La tranquilidad que reina el DF se respira mezclada con su contaminación, pero hoy no son tantos los coches que contaminan el ambiente, ni tanta la gente que respira en la calle. La tranquilidad que reina el DF es la calma que a uno le hace pensar en cuanto durará esto y en qué se quedará. La tranquilidad que reina el DF es un fantasmagórico letargo que con su manto recorre la ciudad en silencio mirando a los ojos de sus habitantes que con la mirada perdida tratan de comprender.
En la ciudad sin horizonte cuando cae la tarde y miras hacia el Este uno se pregunta ¿por dónde saldrá el sol mañana?

martes, 28 de abril de 2009

Un inciso en la Influenza

Se despertaba el día a las 9:20 de la mañana en el DF, hacía menos de tres horas que había conseguido conciliar el sueño. La cafeína, los últimos acontecimientos y la preocupación por los que están lejos se habian conjurado para desvelarme. El mensaje decía "todo ha ido muy bien. Un besito". Mi madre acababa de salir de una intervención en el corazón, previa a la que le practicarán el jueves para implantarle un desfibrilador.
Para aquellos que hayais entrado en el blog con la intención de ver algo de México, disculpad la interrupción. Para los que esteis al tanto, es un mensaje de tranquilidad y una buena noticia. Todo está yendo bien. Otro asalto ganado en una pelea que dura ya más de 13 años.
El día antes de venir, mis temores se disparaban, conseguí sobreponerme para comenzar el "proyecto hispanoamericano", ¿recordais? "Me voy, para buscar en otro lugar una razón para seguir dedicándome al fotoperiodismo". La encontré.
Y tú, mamá, que en unos días no podrás leer esto, tranquila, todo está yendo bien, bastante bien. No creas todo lo que mis compañeros españoles cuentan. Muchos de ellos no están aquí.



“Mañana voy a comprarme unos guantes” sentenciaba hoy Mauricio, un taxista del DF un tanto obsesionado con la higiene para evitar el contagio de la Influenza. Mascarilla, pañuelo para frotarse los ojos. “El problema viene cuando te tocas la boca, la nariz o los ojos; si tocas donde ha tocado alguien infectado es cuando te puedes infectar” alecciona a los clientes que suben a su taxi.
México temblaba a media mañana, las oficinas se desalojaban, y la gente que había acudido a trabajar llenaba los alrededores de los edificios de oficinas acompañados por miembros de protección civil y policía, ocupando los espacios que dejaban libres los transeúntes que hoy tampoco caminaban por las calles, y los pocos niños que jugaban en los parques lo hacían solos.
Pero la sonrisa no se pierde, el ser humano siempre es capaz de plantar cara a la adversidad, y si bien bajo el “tapa bocas” sólo se intuye, ya hay quien lo decora para alegrar el paso por el Zócalo, o quien directamente se lo quita para poder besar libremente a su pareja.

lunes, 27 de abril de 2009




Cuando el silencio es prolongado una sensación de tristeza se apodera de la gente. Cuando la mascarilla cubre tu boca optas por mantenerla cerrada y prolongar así el silencio. Cuando tantos llevamos la boca tapada y no hablamos convertimos al DF, una de las ciudades más bulliciosas en un alma triste que camina a paso lento como los pocos habitantes que se atreven a salir a la calle.
Pero el desconocimiento, la alarma social, la rápida aparición de casos, hace que ninguno seamos capaces de evaluar en su justa medida la magnitud de la situación. Mañana tampoco habrá clase. En toda la semana no la habrá. Muchos trabajadores no acudirán a su puesto de trabajo por precaución.
Es bien sabido que antes de lanzar una alarma hay que intentar frenarla, y es de ley que un Gobierno no quiera alarmar innecesariamente a su población. Pero según van apareciendo datos se vé que esto podría venir de más atrás. Que un periódico lanzase la alarma en portada y a toda página fue algo que llegué a considerar como amarillista, pero quizás en este caso debería reconocer el hecho de un ejercicio periodístico que cumplió la máxima de "el pueblo quiere saber", sólo que el pueblo vivía feliz en la ignorancia, y los únicos que quería saber eran los familiares de los que habían fallecido sin saber que padecían.
Son ya varios los países que cuentan con casos de "Influenza", y parece que todos tienen el mismo punto de origen, Mexico DF. Una zona cero de más de 20 millones de habitantes que ha silenciado sus calles. Hoy de nuevo saldré a las calles a encontrarme de nuevo lo que ayer y antes de ayer ví, a buscar una historia nueva. A tratar de hablar tras mi máscara a otra máscara con una persona detrás.

domingo, 26 de abril de 2009

Evitaba quitarse la mascarilla mientras con sumo cuidado se maquillaba sentada en un banco de la Avenida de la Reforma, quizás esperando al autobús. La ciudad de México habia amanecido en casa, y en sus calles se notaba cierto temor matinal.
El tráfico era más fluido que de costumbre para una mañana de sábado, y por las calles no caminaba mucha gente, algunos de ellos con la cara descubierta, otros con la mascarilla medio quitada, retando a una enfermedad que no tenían muy clara cuál era. La desinformación y el cruce de noticias contradictorias, datos que varían de unas fuentes a otras y el sensacionalismo de algunos medios ayudaban a que se surgiese el temor entre muchos ciudadanos y que otros lo tachasen de ser una cortina de humo.
Mi realidad es que todos a mi alrededor estamos bien.
Mañana os seguiré contando.